lugar de todos

Recuerdos...

 

En conformidad a informaciones que se han transmitido oralmente, se dice que don Roque tomó algunas vivencias de sus viajes para plasmarlas en la Plaza, así: el costado de la Plaza que da a la calle  Almirante Latorre,  consideró la Plaza de Talagante con jacarandas, dalias y hortensias cercados por rosas hacia el interior de la Plaza; el costado de la calle Irarrázabal, de la Plaza de Constitución con palmeras; el costado de calle O’Higgins con grandes aromos entre rosales.

 

En un año un grupo de niñas de la escuela de Santa María plantaron algunos árboles y  la hermosearon.  Años después plantaron un mentol el cual fue recibido con una ceremonia. En ese entonces la municipalidad y la comunidad cuidaban de la Plaza, y los jóvenes se juntaban a desmalezarla

 

El costado de lo que hoy es Hermanos Carrera tenía una gran vara para amarrar los caballos; en su interior existieron juegos con columpios que eran guardados por un vecino de ese tiempo, don José; quien  era el cuidador de la Plaza y  mantenía las buenas costumbres, no se podía cortar una flor, pisar los jardines, o que una niños grande jugara en los columpios de los más pequeños.  El vivía en el mismo kiosco.

 

En este mismo costado existía un kiosco en cuyo interior existió  una rueda giratoria de madera y un balancín que los niños llamaban “chiqui la bomba”. Estos juegos a la sombra de grandes encinas rodeadas de rosales. Este kiosco estaba construido de madera, ahí se tocaba música los domingos después de misa y en las tardes de verano y de vez en cuando había retretas.  La banda municipal era una de las bandas que tocaba los domingos  siendo dos de sus integrantes habitantes de la comuna, los hermanos Juan y Tomás Millón, y los otros eran de fuera del pueblo. También en él realizaban discursos  de los políticos y alcaldes de la época (tiempos de los Presidentes de la República: Esteban Montero o Pedro Aguirre Cerda)

 

También existía otro kiosco (el cual permanece) que estaba destinado a la venta de dulces, refrescos y helados artesanales confeccionados por don Luis Carrasco.

 

En sus jardines interiores, entre el primer y segundo paseo, bajo la sombra de unos tilos y palmeras cercados por setos verdes, se destacaba un pino cortado artísticamente, ciruelos, grandes y perfumados magnolios, y bajo éstos, plantas de azucenas rosadas y hortensias, dos glorietas formadas con motiflor, daban el toque romántico. 

 

En sus escaños se sentaban los enamorados, en la glorieta grande la gran enredadera formaba enormes y gruesas ramas que los niños usaban para jugar.

 

Bajo los magnolios y frente a donde está hoy el edificio de la municipalidad, había un kiosco de madera y había un bebedero en un costado de la calle Irarrázaval.

 

En los jardines, entre el segundo paseo y el paseo central existían grandes macizos de hortensias, jazmines y laureles de flor.  Dos grandes y majestuosos pinos,  uno frente al otro, de los cuales los estudiantes recolectaban su gomosa resina para pegar tareas escolares. Y el añoso y  perfumado alcanforero, que alivió a tantos antiguos Santamarianos en sus dolores musculares con sus friegas alcanforadas.

 

El centro de la Plaza al igual que hoy, estaba coronado por una pileta, con surtidores de agua en forma de sapitos y rodeada de coloridas flores de estación.  Luego se le agregarían pequeños pinos, delicia para el escondite de los niños.

 

La Plaza se transformó en el paseo preferido, centro de reunión  de los santamarianos y el lugar donde se realizaban celebraciones religiosas, actos cívicos conmemorativas, las retretas,  donde comenzaban los romances, y las fiestas populares del 1900 ( se ubicaban algunas ramadas en donde expandían refrescos al público existente). En los veranos, al atardecer era el paseo obligado para pasar el calor y conversar con las visitas que llegaban, y participar en la fiesta de la chaya y fiesta de la Primavera, donde  los corsos de flores daban término a la fiesta. 

 

La hermosa Plaza con sus frondosos árboles, flores y paseos, era el espacio donde también quedaron en el recuerdo las grandes cabalgatas de huasos encabezados por el recordado Cura Benito Larrañaga, quien vestía el mismo atuendo que los huasos. Eran más de quinientos jinetes que representaban a Santa María y se juntaban en las calles de la Plaza para dirigirse a San Felipe a participar en actos cívicos o religiosos.

 

 

 

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LA PLAZA

 

Es el corazón de la ciudad,

un lugar de esparcimiento,

y ello, a decir verdad,

es de todos el sentimiento.

 

La Plaza es un paseo,

es un lugar de encuentro,

es como un querer, un deseo,

es de la ciudad el centro.

 

Quien no ha ido ahí a pasear,

quien no se ha dado una cita,

aunque sea para conversar,

para recordar cosas bonitas.

 

Es como un paseo obligado,

apto para toda ocasión,

un encuentro determinado,

siempre para ello una razón.

 

En general su belleza,

para todo estado o edad,

ya que todos se embelesan

con su plaza de verdad.

 

Gozan también los niños,

con sus juegos se embelesan,

y así aprenden con cariño,

a amar la naturaleza.

 

Hay ahí como un beneficio,

que es como un patrimonio,

que a cuántos le ha sido el inicio,

en pololeo, del matrimonio.

 

Es todo esto muy cierto,

que se aprecia con alegría,

dándose como oír un concierto,

o que se baile gratas melodías.

 

Como que todo reverdece,

las penas se hacen alegría,

los viejos rejuvenecen,

la plaza les da la sintonía.

 

En la plaza paseando,

como su belleza leyendo,

flores, plantas, todo lindo,

prados, en cuadrado o redondo,

como para meditar en profundo.

 

Y así, para concluir,

todos allá siempre vamos,

y así  para poder decir,

¡en la PLAZA nos juntamos!

 

(Poema de Don Rigoberto Bórquez P.)

(Seud: el chiribo)